Ensayo sobre la peatonalidad

Por Francisco Vergara Perucich

“Dice: proletarios del mundo uníos,

debe decir

peatones del mundo uníos”

— Nicanor Parra

 

Mal tiempo para tomar el bus se quejó el jefe de bomberos de la estación de gasolina de Pudahuel, apenas llegó al paradero. Espero no llegar tarde le dijo al vagabundo que se refugiaba allí de la lluvia.

No creo que encuentre mucho tráfico en la calle lo tranquilizó.

El jefe de bomberos trataba de entender porqué el vagabundo había augurado tal pronóstico, cuando al mirar la calle se percató que no había vehículos en la calzada. También pudo ver que el bus que se había detenido en el paradero, que no le servía, tampoco tenía pasajeros.

¿Dónde está toda la gente? Se preguntó. Volteó hacia la acera y vio una gran cantidad de personas caminando. Algo inusual, pensó. Ésta es una calle poco concurrida y sin embargo veo a mucha gente que nunca antes había visto. ¿Serán mis vecinos?

Al fin llegó su bus. Al abordarlo y pagar la tarifa, el chofer lo saludó muy amablemente.

¡Al fin un compañero de viaje! exclamó.

¿Que ha pasado que no hay gente en este bus? Suele venir lleno a esta hora.

No lo sé respondió el chofer.

Pensó que era una suerte ir solo en el bus, pero al mirar por la ventana vio a cientos de personas caminando por las veredas en un llamativo desfile de paraguas. De pronto empezó a ver caras familiares caminando por la calle: un primo lejano, la vecina chismosa, el afilador de cuchillos. Al cabo de un rato vio a Pedro, su mejor amigo, y se sintió estúpido al verse como el único ciudadano que había tomado el bus, mientras que todos caminaban. Si el holgazán de Pedro está caminando no puedo seguir aquí, dijo para sí mismo, indignado.

Se bajó cinco estaciones antes de llegar a la gasolinera y decidió caminar. Buscó a Pedro, pero no logró ubicarlo entre tanto paraguas. Se sorprendió al ver cómo la gente le sonreía sin siquiera conocerlo. Más de una persona con la que cruzó la mirada se atrevió a saludarlo con un amable “buen día”.

Buenos días —decidió responder tímidamente cuando dos personas ya lo habían saludado. —Gracias, que tenga un buen día usted también —decía, con más entusiasmo con el paso de los saludos.

Luego de caminar cerca de diez cuadras, llegó a su lugar de trabajo. Marcó su ingreso, atrasado unos minutos, y se acercó a sus colegas bomberos que parloteaban alegremente sobre la cena fallida que uno de ellos había tenido con sus primos la noche anterior. Generalmente, como jefe de los bomberos, se habría enojado al verlos departiendo en horas laborales, pero lo cierto es que no vinieron vehículos a cargar combustible. Por lo tanto, no existía razón para amargar el relato histriónico de su colega, que ya más de alguna sonrisa le había sacado.

Pasaron las horas y ningún cliente apareció. El único fue un niño con ropa escolar que se acercó a preguntar la hora. Nunca una persona preguntando la hora tuvo tanta atención. Los bomberos casi se pelearon para darle una respuesta. Qué tipos mas locos, pensó el niño.

El jefe que observaba sentado y aburrido por la falta de trabajo, decidió encender la radio de su teléfono celular. Sonaba rock, pero él buscaba algo de información, una voz de algún periodista explicando lo que pasaba en su ciudad. Sintonizando el dial, finalmente logró dar con un canal de noticias: “Saludamos a nuestros radioescuchas. Esperamos que se encuentren felices de vivir en una ciudad libre de vehículos particulares, donde todo se desarrolla con más calma y donde, después de mucho tiempo, la gente se ha vuelto a saludar en la calle”.

Supo que nunca se enteró de algo que al parecer era noticia nacional. Se acercó a sus colegas.

Muchachos, ¿vieron que no hay vehículos en las calles? —les preguntó.

Sí. Pues jefe, es que hoy empezaba la Revolución Peatonal le respondió uno de los bomberos.

¿De qué revolución me habla?

La Revolución Peatonal recalcó—. Desde hoy la gente no usará más sus vehículos, ni bicicletas, ni metro, ni transporte público.

¿Pero qué pretenden? seguía sorprendido el jefe.

La verdad jefe —respondió el bomberono lo tengo muy claro, pero el día de hoy que me vine al trabajo caminando, me siento mucho más aliviado, menos cansado y ciertamente, estoy ansioso de caminar de vuelta a mi casa para decirle “buenas noches” a cuanta persona se me cruce.

 

*****

En la oficina del gobernador metropolitano el ambiente estaba tenso. Sabían de hace meses que la ciudadanía estaba organizando una revolución peatonal, pero en vez de tomar medidas de prevención, miraron con incredulidad la capacidad que tenía la gente de organizarse.

¿Cómo no me avisaron de las campañas puerta a puerta que hicieron? reclamaba indignado el gobernador.

Es que pensamos que era un rumor, jamás creímos que fuera posible tanto interés —respondió una de sus asesoras.

El gobernador sabía que esto en el fondo era su culpa. Había sido activista en su juventud y sabía cómo mover a la gente con convicciones. Aunque también había visto que esas convicciones difícilmente lograban movilizar a más del 5% de la población. Con los derechos humanos, hasta con el calentamiento global, el gobernador había experimentado, en primera persona, la crudeza de una sociedad individualista, cortoplacista e inconsciente.

—¡Esto es inaudito! exclamó.

Señor gobernador, tiene un llamado de la Presidencia de la República —alguien interrumpió desde la puerta.

El gobernador atendió el llamado.

Señora presidenta, un día difícil para la ciudad —después hizo un silencio—. Claro que sí, allí estaré señora presidenta.

Así fue como el gobernador se enteró que la revolución era más grande de lo que imaginaba.

Al día siguiente, todos los gobernadores del país se encontraban en el despacho de la Presidenta. Las historias sobre caminantes ya inundaban la sala en el momento en que ingresó la máxima autoridad de la nación. Vino un silencio rotundo. Su rostro expresaba preocupación.

Señores, enfrentamos una crisis sub-continental. Esta Revolución Peatonal no sólo ha afectado a nuestras principales ciudades, sino que ha sido tácticamente coordinada en toda la región hablaba despacio—. Latinoamérica ha dejado de usar vehículos particulares. Esta es una iniciativa que ha conseguido adhesión del 83% de la gente. En Montevideo, por ejemplo, se ha logrado un 98% de participación.

¡Esto es historia! exclamó uno de ellos.

Había estupor en los rostros de los presentes. En cuestión de segundos vieron que cualquier solución estaba lejos del alcance.

 

*****

Luego de dos semanas, la ciudad se veía diferente. El transporte público había bajado considerablemente su frecuencia y en general, las calzadas eran ocupadas por peatones. Algunos avezados preferían correr al trabajo en vez de caminar. A los corredores, los demás los apodaban los dormilones. En la televisión habían entrevistado a uno de los que corría y ante la pregunta del periodista, “¿usted por qué corre?”, el corredor respondió, “para dormir más tiempo”. El video pronto se hizo viral en Youtube.

Si en los primeros días la gente tímidamente se saludaba, luego de dos semanas los que caminaban hacia una misma dirección lo hacían conversando. Igual que los que iban en sentido contrario. Nuevas amistades se iban desarrollando, sobre todo entre vecinos porque sus trayectos durante la tarde eran similares. Todas aquellas personas que no estaban muy contentas en sus trabajos, comenzaron a renunciar para buscar empleos más cercanos a sus casas. “Si voy a trabajar en algo que no me gusta, no importa donde trabaje, mientras pueda pasar más tiempo en mi casa”, escribió alguno en un diario. La ciudad presentaba importantes mejoras en los niveles de contaminación y, como nunca antes, las fotografías siempre parecían postales. El cambio era notorio y ya tenía alcances globales.

Señora presidenta, tiene un llamado. Es el presidente del Fondo Monetario Internacional.  Como gato a la carne, la presidenta saltó de su silla y se abalanzó hacia el teléfono. Este tipo de llamadas son importantes para los países en vías de desarrollo y más durante una crisis.

Señor presidente, que gusto recibir su llamado, imagino que está preocupado.

Sí señora presidenta, estamos muy preocupados por todo lo que está pasando en su región y la verdad es que hemos llamado a los dirigentes para saber las medidas que están tomando y saber sus avances.

Bueno, como usted sabe, tuvimos una cumbre urgente hace cuatro días. Allí fijamos canales de acción inmediatos, buscando resolver todo este asunto de la Revolución Peatonal.

¿Sería usted tan amable de decirnos qué se está implementando en su país?

Lo primero que hicimos fue juntarnos con las organizaciones que han impulsado esta idea de la Revolución Peatonal, para saber cómo podemos encontrar soluciones y reactivar la economía. También para mejorar la productividad que se ha visto mermada por los retrasos de la gente al ingresar a sus trabajos. No todos son rápidos caminando y ellos así lo han reconocido. Mientras hacíamos esto, infiltramos agentes de inteligencia para debilitar el movimiento social y para comprender las dinámicas de poder que se están desarrollando en su interior. Gracias a gestiones del gobierno de los Estados Unidos, hemos podido rastrear a quienes han hecho campaña online para esta causa, lo que nos ha permitido desarticular muchas células peatonales. Lamentablemente en nuestro país ser peatón no es anticonstitucional, pero nuestros abogados están trabajando en buscar caminos legales para que la revolución pueda tratarse como un crimen. Creemos que la vía legal es vital para convencer a todos aquellos que tienen dudas sobre el movimiento.

Señora presidenta replicó el presidente del FMItodas las medidas que usted y sus colegas han tomado, me parecen necesarias aunque excesivamente sutiles. Los países petroleros, y sobre todo Estados Unidos, están muy preocupados por esta revolución. Sus exportaciones comienzan a mostrar fuertes bajas y ya se habla de una crisis del petróleo, que puede devastar la ya debilitada economía mundial. Esto sería mucho peor que la crisis de 1973 y ya sabemos de las nefastas consecuencias que dicha crisis trajo para el mundo en todas las escalas. Los principales productores de vehículos también han pasado de la preocupación a la acción y no me sorprendería que además de los infiltrados que usted ha puesto en las bases de la revolución, se encuentren allí también agitadores de estas compañías que, según me han informado, tienen instrucciones mucho más violentas que el desorden. La llamo para que sepa que cuenta con todo nuestro apoyo y nuestra asesoría para destrabar el conflicto. Si es necesario enviar expertos así lo haremos.

Muchas gracias señor presidente, lo tendré presente y espero tener mejores noticias en los próximos días.

 

*****

Han pasado seis meses desde que inició la Revolución Peatonal. El fenómeno ha hecho quebrar algunas multinacionales del petróleo en varios países de la región. Por su parte, las petroleras nacionales funcionan con subsidios estatales que se respaldan en una deuda externa que el gobierno ha tenido que asumir ante las presiones internacionales. O acaban con la revolución peatonal por la fuerza, o adquieren deudas con nosotro, anunciaron los países petroleros. Pero a pesar de los esfuerzos internacionales, la revolución se ha ido extendiendo. La globalización, tan bien articulada para asegurar la prosperidad del neoliberalismo, esta vez ha sido utilizada por grupos de ciudadanos que se han contagiado de lo que ocurre en Latinoamérica y han comenzado a caminar.

Las ciudades han cambiado su funcionamiento. En seis meses sin vehículos, la adhesión a la revolución alcanza el 92%. Si algunos no se adhieren es porque sus fuentes laborales dependen aún del transporte vehicular. Un 52% de la población abandonó su trabajo por no sentirse a gusto y han optado por trabajar cerca de sus hogares, para caminar menos y para que los amigos del trabajo también vivan cerca. Esto ha producido una redistribución de los focos urbanos de actividades. Las zonas empresariales se han ido vaciando y las empresas comenzaron a buscar edificios centrales para reubicarse.

Durante un par de meses la autoridad política, en concordancia con la empresa privada, intentaron reprimir este movimiento mediante la infiltración de agentes que provocaban disturbios en las calles. No obstante, la propia ciudadanía se encargó de anular estos intentos. Atraparon a los infiltrados y los entregaron a la policía local.

El cambio en la ciudad ha revalorizado los mercados locales con un fuerte auge de la agricultura urbana. También se revalorizaron oficios como la sastrería, la panadería y la artesanía. Muchas personas han optado por dejar sus trabajos de oficina para comenzar a realizar trabajos más sencillos. Carteros, barrenderos, basureros y policías paulatinamente han subido sus salarios ante la gran cantidad de gente que quiere trabajar en dichas plazas.

El jefe de los bomberos de la gasolinera renunció también. Fue una decisión difícil, puesto que llevaba años allí y ser jefe era algo que ciertamente disfrutaba. Conversando con su esposa acordaron privilegiar su vida amorosa en vez del trabajo. Si el jefe de los bomberos antes caminaba una hora y cuarto de ida, en la mañana, ahora solo camina quince minutos para llegar al supermercado donde, desde hace unos días, ocupa el cargo de bodeguero. Le gusta el trabajo porque tiene que organizar los productos. Algo de jefe tiene, aunque sea de cosas. Si bien en este cargo gana menos que en la gasolinera, como ya no gasta dinero en transporte, llega a fin de mes con un salario similar. Lo más importante es que con su esposa está viviendo un segundo noviazgo. Todas las tardes, a las seis y quince, se juntan en su casa, se toman de la mano y salen a tomar un café. Van a la plaza, a la que antes nadie iba, pero que desde el segundo mes de la revolución peatonal se llenó de vida y de actividades, organizadas por los propios vecinos.

Un día se acercó al mostrador para pagar el café que se había tomado con su esposa. Al momento de sacar el dinero, le pareció ver una cara familiar en la caja.

¡Señor gobernador! exclamó¿Cambió de trabajo?

Así es, vecino, ahora me vengo caminando.

 


 

Este texto aparece originalmente en La Revolución Peatonal, un libro editado y publicado por la Editorial El Caminante en el año 2015. Fue escrito por el urbanista Francisco Vergara Perucich, desde Londres, Inglaterra.