Crónica de una muerte anunciada

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Hace unos días, sobre 5 de febrero (Querétaro), una serie de patrullas anunciaban con sirenas el atropellamiento de una persona: era una mujer, tapada cuidadosamente con una sábana azul por la cual se asomaba su pelo largo. Es incierto lo que pasó, lo cierto es que el conductor que la impactó desapareció en el acto, haciendo aún más fácil la acusación a quien de ninguna manera podrá replicarla. Para muchos la responsable de su muerte, fue ella misma, pues el puente peatonal se veía a unos cuantos metros, y ella por “flojera”, o por miedo a cruzar sola a la mitad de la noche, decidió aventurarse a cruzar el también llamado Paseo de la República.

No es el primer accidente (atropellamiento) en la zona de Antea; sucede con frecuencia pues hay gente que cruza de un lado a otro para llegar a su empleo, a casa o para comprar su comida al medio día. Por esto mismo, la ciudad decidió hace poco que la mejor alternativa era poner un puente provisional, mal hecho e inseguro que poco ha ayudado a disminuir los accidentes.

La ciudad pareciera negar el hecho de que la mitad de su población no tiene un automóvil en su casa, (según el censo del 2010, el 53% de las viviendas habitadas tienen un automóvil o camioneta, mientras que el 47% de las familias no cuenta con un automóvil para moverse por la ciudad, es decir que se mueve en transporte público, bicicleta y/o caminando); la planeación e infraestructura de la ciudad se centra principalmente en la velocidad y holgura del automóvil privado, haciendo cada vez más incómodo e inseguro el uso de cualquier otro modo de transporte. En Querétaro, el 43% del presupuesto dedicado a infraestructura se destina al automóvil privado, 35% a obras de pavimentación, mientras que solo el 16% se destina a infraestructura peatonal y 6% a espacio público.

“Según cifras de CENAPRA, en Querétaro mueren aproximadamente dos personas atropelladas a la semana.”

— Tercer Informe sobre la Situación de la Seguridad Vial, México 2013.

Vale la pena aclarar que una mayor seguridad vial no es proporcional al número de puentes peatonales ni a qué tan responsable es el peatón para hacer uso de los mismos; por el contrario, depende de una correcta planeación e inclusión de todas las personas y todos los modos de transporte; las ciudades en las que se registran menos accidentes viales no son seguras por tener zonas exclusivas para el uso del auto (libres de peatones, ciclistas y autobuses), si no por el contrario, son seguras, porque su infraestructura es adecuada, porque las velocidades están controladas y porque, a diferencia de Querétaro, el peatón es el que tiene la preferencia.

Es relativamente fácil asegurar que morir atropellado a un costado de un puente peatonal es demasiado estúpido, sobre todo si el que lo hace nunca ha cruzado uno; lo complicado es atreverse a pensar qué hay detrás de tal decisión. Un peatón, por lo menos uno que intenta cruzar de Este a Oeste de la (antigua) autopista, tiene que caminar hasta 1 kilometro (si, 1 kilometro más de recorrido) si es que está en el punto más lejano de alguno de los puentes peatonales, tiene que subir y bajar 64 escalones y caminar 80 metros por encima de una autopista de 12 carriles, a oscuras y sin vigilancia, “protegido” por un puente hechizo y de mala calidad.

En fin, no se trata de estigmatizar al auto, sino de reconocer que es completamente injusto e inequitativo que la ciudad se planee solo pensando en él; tampoco se trata de desaparecer las carreteras, sino de aprender que es irresponsable que se construyan zonas habitacionales, zonas de trabajo y centros comerciales alrededor de ellas, teniendo en mente que la mejor y única forma de acceder a estos lugares es manejando.

Así que la próxima vez que usted pase debajo de un puente peatonal, piense en la señora, el viejito o el discapacitado que tiene que subir y cruzar un puente mal hecho, para que usted, en su carro pueda ir a toda velocidad. La próxima vez que pase debajo de un puente peatonal, baje la velocidad y piense que es muy probable que haya alguien cruzando no por el puente, sino por la avenida por la que usted va manejando; por flojera, por seguridad, por incapacidad, o simplemente porque esa persona, como usted (más que los autos), tiene derecho a transitar y moverse libremente por su ciudad. Piense que esa misma persona podría estar cruzando por una cebra sin necesidad de ponerse en peligro, piense que si la ciudad se construyera de otra manera, esa persona caminando por la calle podría ser usted.