Demarcaciones

Caminabilidad, caminar, Editorial El Caminante, Revolución Peatonal

Por Marlen Mendoza Villarreal

Siempre me ha fascinado el poder y libertad que otorga caminar, puedes desplazarte a cualquier parte  únicamente por tus propios medios, no dependes de nada… ni dinero o terceras personas. Recuerdo mucho las palabras del editor, Camilo Vallejo, durante la presentación del libro “La Revolución Peatonal” de Editorial El Caminante: externaba su experiencia de caminar como una terapia curativa, situación con la cual me sentí identificada, tengo cientos de recuerdos caminando sobre la avenida de los Insurgentes, generalmente por la tarde, pensando, escuchando música y depurando sentimientos e ideas, como un medio de catarsis, razón por la cual la mayoría de los personajes en mis cuentos o historias caminan, o los obligo a realizar recorridos y prestar atención en los pequeños detalles que funcionan como detonadores de recuerdos. El caminar como una experiencia lúdica, terapéutica, de redención y no sólo como medio de transporte.

Quizás en otra ocasión profundice dentro las modalidades en las que suelo caminar y demás impresiones o experiencias que tengo muy arraigadas en la memoria, pero por hoy derivemos un rato dentro de un aspecto que define sustancialmente nuestras experiencias al caminar: los acotamientos.

Sabemos de antemano que en la ciudad se necesita de un orden (o lo más cercano a ello), es imposible concebir un espacio en el que no haya reglas y todos transitemos por doquier; habría más accidentes, sería difícil hallar algún lugar, por tanto tenemos un ordenamiento territorial, con calles, avenidas, etc. Ahora, la ciudad se construye a pedazos por todos y nadie, cuando lo importante es edificar y cubrir una necesidad primaria, que data desde los primeros hombres: el resguardo;  la intemperie tiene una buena cantidad de agentes dañinos para unos seres con una piel tan delgada y delicada como la nuestra; es así como cuando la prioridad es generar vivienda, la segunda es edificar fuentes de consumo, como plazas comerciales, bancos, cines, tiendas; la tercera es implementar equipamientos como hospitales y escuelas, la cuarta se otorga a espacios de recreación como parques y jardines y al final, confinado al resultado de todas las anteriores queda la movilidad.

Dentro de ella hay también jerarquías, primero están las vías para automóviles, buscando más y más vialidades de paga, después y casi casi como comodín, el transporte público y por último dada su condición de adaptabilidad pero sobre todo del “espacio que requiere” tenemos al peatón y al ciclista, el segundo se cuece aparte; es así como al peatón se le confina a espacios residuales, despojos territoriales, que deberían ser una de las primicias al momento de concebir la ciudad, convendría facilitar el deslazamiento de los medios pasivos, que a su vez generan puntos de encuentro y consolidan la relación entre los habitantes, despersonalizando el espacio urbano y generando comunidad.

Negligentemente se dota al peatón de recorridos complejos, vacíos y peligrosos que lo someten a sortear diariamente una serie de inclemencias que ponen en riesgo su bienestar físico y mental; se vuelve desgastante transitar por la ciudad, cuando debería ser una experiencia placentera con tramos que generen estímulos agradables. Aunque impresionante y sorpresivamente el peatón en su carácter maleable, como noble elemento de la urbe, tiene la capacidad de, aún entre el caos, disfrutar y remembrar esos recorridos.

Entonces, la primer delimitante resulta del protagonismo de los demás elementos con los que coexiste el peatón, dentro de éstas aceras, también tenemos demarcaciones: las cebras de cruce peatonal en las intersecciones, andar siempre del lado derecho para evitar conflictos entre flujos (claro, no somos los únicos caminando), los puentes peatonales que nos eximen del nivel calle, sacándonos de la ciudad pero al mismo tiempo brindándonos una visión privilegiada y amplificada de nuestro entorno…Entonces, ¿La ciudad sólo se vive al nivel del suelo?

Cuando camino, suelo también meditar sobre algunos temas que me saltan a la vista, desde niña adoro mirar por la ventana mientras ando en autobús o voy de viaje; en alguna de esas caminatas inducidas se me ocurrió imaginar escenarios in-caminables, cómo serían los recorridos habituales en distintos escenarios, comenzando por cambiar la dirección de avance, por ejemplo: si suelo caminar por la acera de la derecha, cruzar la calle y caminar por la izquierda, aunque eso implique volver a cruzar si se necesita doblar la esquina derecha. Tomamos un lado con razón, de acuerdo a la ruta y al deseo por acortar distancias. ¿Cómo sería el recorrido si camináramos en las avenidas? bueno, éste es aún más difícil de intentar, pero de pronto ahora con el boom de las carreras, tendremos la oportunidad de transitar la ciudad desde otras perspectivas.

Otro confinamiento a mencionar son los automóviles, entiendo de sobra que no siempre es posible dejarlo y ya sea por políticas laborales o necesidades específicas de desplazamiento, las cuales imposibilitan abandonarlos del todo, pero puede hacerse el ejercicio de al menos un día a la semana o dos, sin contar sábado y domingo, tratar de renunciar a él y caminar. Entonces redescubrir nuestro trayecto a la escuela o el trabajo, probar nuevas sensaciones y revalorizar nuestro entorno. Al final nosotros también somos ciudad y a pesar de tantas demarcaciones, cotas y barreras invisibles, siempre vamos a poder cambiar el rumbo, doblar la esquina y liberarnos.


Marlen es Arquitecta egresada de la UNAM, dónde colaboró como docente de la asignatura representación gráfica por un periodo de 3 años. Para el 2010 incursiona en el interiorismo, posteriormente se especializa en diseño arquitectónico, desarrollo y coordinación de proyectos residenciales, ramo en el que se desenvuelve actualmente. Escribe para ArkEopatías, Portavoz y ERRR-Magazine, sus textos se enfocan desde la crítica arquitectónica, el cine y la literatura, reflejando una visión peculiar sobre su relación  con la cotidianeidad y su impacto a nivel social. Se define apasionada por el arte, diseño e ilustración. Cinéfila, melómana y lectora empedernida.