La batalla de las ideas y la voluntad política

Por Francisco Pailliè Pérez

Pareciera que estamos sometidos a la voluntad política.

El mundo da vueltas, y los cambios pasan por delante nuestro, las tendencias por ciudades mejores gritan a la cara de las naciones que algunas cosas se deben hacer diferente, y mejor; pero parece que nada cambiará si a quienes gobiernan no les suena la nota. Y así, sometidos a la voluntad de unos cuantos están el rumbo de las ciudades.

¿Ya se nota mi queja? La he dicho antes. El destino de nuestras ciudades, de nuestras naciones, de nuestras vidas, no puede ser decidido por el reflexionar/accionar propio de unos cuantos (o de uno). Es que además la expresión voluntad política es siempre irónica:

  1. Voluntad por definición es la potestad de dirigir el accionar propio, es decir una especie de fuerza personal para desarrollar una acción, esperando un resultado; la voluntad es la capacidad para reaccionar ante una tendencia para buscar un beneficio ulterior (esto quiere decir que está mas allá de mi territorio).
  2. Política por definición es el arte, doctrina y actividad de quienes rigen los asuntos públicos.

La ironía: voluntad política, en estos tiempos parece haber olvidado su capacidad de generar beneficio ulterior, y estar atado no a los asuntos públicos, sino a los privados, personales y de partido. Y es que para todo hay una llave, y para todo una norma “moral” y para todo un no se sabe, y para todo un proceder que parece defender más a la institución, a los códigos y a las normas, que a la gente misma y a las naciones que suponen representar. Es esto tan cierto, que la Real Academia de la Lengua, ya define a la “falta de voluntad política” como una frase que se repite mucho por hábito; y es que quizás lo que falta no es voluntad del político, sino una voluntad que guíe hacia el bien común.

Me enteré hace poco de una polémica que se ha generado (al interior de gobierno, porque nunca hemos sido solicitados para hablar de ello) a razón del proyecto #CebrasporlaVidaMéxico y sus variopintos diseños coloridos. Al parecer, no hay entidad responsable y doliente de lo que este proyecto propone, y aún así quienes funcionan en instituciones de gobierno, parecen estar muy aturdidos pues no se respeta el código que establece tamaños, colores y demás; sin embargo las ciudades siguen estando sin cruces peatonales (diseñados ya sea con la norma, o sin ella). A esto, y para no entrar en detalle, una sola respuesta: la existencia de un cruce peatonal (realizado con la norma, o realizado sin ella; pintado por la autoridad competente o por la ciudadanía preocupada) reduce la posibilidad de una muerte trágica, al alterar/mejorar las condiciones de riesgo por diseño; a lo que pregunto: ¿qué estamos defendiendo, el código, el papel, las reglas, o a las personas?

Lo que queda en evidencia de estas inquietudes que envuelven en vértigo burocráticos, es la condición inmovilizadora a la que nos sometemos por la voluntad política; en el ejemplo anteriormente nombrado sobre los cruces peatonales, el gran aprendizaje es que hay un asunto territorial en juego (a ciertos actores de gobierno, no les gusta que alguien pinte los cruces peatonales pues esto pone en evidencia que “alguien más” no lo está haciendo), y un tema de gustos/disgustos (al parecer los colores que solemos escoger para las intervenciones, no son los favoritos del gobierno, o no corresponden de manera directa a ningún tipo de política/campaña). Pero, vuelvo a decir, este escrito no versa sobre este tema, sino que introduce una nueva idea.

Para acabar con la voluntad política, hay que fortalecer nuestro accionar en la batalla de las ideas.

La batalla de las ideas es sencillamente un escenario en que actores de la sociedad civil, activistas, actores técnicos, organizaciones e instituciones (tanto privadas como públicas) debemos generar para demostrar que nuestras ideas, no son sólo aproximaciones románticas para un mundo mejor, sino verdaderamente tendencias, evidencias, demostraciones de que ese mundo romántico y mejor sí existe. Este escenario, es el que permite que los grupos, movimientos y ciudadanos en realidad, compartamos con las compañías privadas, y los diversos sectores, la evidencia de nuestras creencias; pero, claro está, esto no se puede hacer desde el ataque y maltrato de una idea sobre otra, sino a partir del aprendizaje colectivo y el deseo de generar un cambio de paradigma. Suena extraño que se llame batalla de ideas, si la intención no es batallar; pero así es.

Y en este aspecto, entonces, nos queda mucho por aprender.

Grupos ciudadanos, activistas, colectivos, técnicos, y organizaciones, estamos en la necesidad de mejorar nuestro frente de batalla: actualmente nos dedicamos más a los ataques por twitter, al like de facebook, a los carteles cínicos y bien intencionados desde el humor, y a la explosión/implosión de compartir la misma (siempre la misma) información, con los mismos (siempre los mismos). Y no quiero decir que esto esta mal, por el contrario pienso que esto está muy bien y genera una base clara para la interacción con otros miembros de la sociedad civil, para la creación de fans de nuestra causa, y para la integración de convencidos y partidarios de nuestros ideales románticos por un mundo mejor. Bueno, creo que todo está bien, menos el ataque beligerante de los trolls y los anónimos en el mundo virtual, pero eso creo que da tema para otro(s) día(s), además de que me producirá unos cuantos enemigos.

El pensamiento diferente, da complejidad a la base de una sociedad, y es sólo el primer estado para la construcción de mejores ciudades, futuros, destinos. Considero que todo este impulso de actividad, que nos gusta y divierte, a quienes estamos al margen o al interior de ciertas ideas y movimientos, debe aprender a dirigirse mejor, a generar impacto, a transformar. Debemos pasar del activismo a la diplomacia, y de la diplomacia al activismo; generar un ciclo, nunca quedarse en un sólo lugar, pues las ciudades y las políticas son procesos/proyectos inacabados cuya más clara permanencia debe ser su capacidad de cambiar y transformarse para el beneficio de todos, el bien mayor. Nunca ser muy ingenuo, y nunca ser muy experto; siempre aprender, demostrar, y proponer. Debemos evidenciar que el cambio sí puede darse y contarle a nuestras instituciones cuál es el camino correcto para hacerlo.

Voy a intentar expresar mis ideas, relatando una posibilidad de transformación: cómo cambiar el paradigma para que nuestras ciudades sean más seguras en cuestiones de tránsito y movilidad.

Existe una evidencia muy clara, por encima de los 30 kms por hora no hay un nivel seguro para la vida de nadie: ni de los motoristas, ni de los ciclistas, ni de los peatones; el cuerpo humano, en la historia de su evolución, ha desarrollado la capacidad de recuperarse tras incidentes a esta velocidad, pero por encima de ésta, la posibilidad de no salir vivo aumenta exponencialmente. Sin embargo, a pesar de esta información, pareciera ser que la idea de vivir en una ciudad a esta velocidad, no será posible pues la voluntad política prefiere la idea del desarrollo a base de carreteras, puentes altos, calles amplias, carros y velocidad suprema.

¿Cómo podemos hacer para que esta evidencia deje de ser ignorada? Respuesta sencilla, generando más evidencia. Respuesta compleja: abriendo datos, generando estudios de caso, aprendiendo de ejemplos exitosos, evitar ejemplos fallidos, usando estrategias de comunicación bien informadas, promoviendo nuevas ideas. La respuesta compleja, implica la sencilla: debemos generar mayor evidencia y fundamentar esta evidencia con demostraciones, propuestas y soluciones, útiles y factibles para todos: desde los gobernantes de turno, hasta los empresarios de automóviles, desde los comerciantes de la ciudad, hasta los ciudadanos “de a pie”, desde los veloces corredores de carreras urbanas, hasta los despaciosos conductores. Una transformación cultural positiva para todos.

Quizás para lograr esto, podemos aprender mucho del ejemplo mundial en la transformación de políticas públicas enfocadas al consumo del cigarrillo: fumar, hace no mucho, era considerado normal o glamoroso, normal; sin embargo en los últimos años, fumar ha sido desnormalizado, la taza de fumadores ha disminuido a nivel mundial y los problemas (enfermedades) ligados al humo del cigarrillo se han vuelto importantes para los tomadores de decisiones en casi todos los gobiernos del mundo y las conductas sociales en torno a los fumadores ha cambiado. Un ejemplo claro donde la sociedad entera ha empezado a mirar los problemas como colectivo y a buscar soluciones compartidas. Lo que parecía improbable en el pasado, parece casi inevitable para el futuro. Puede ser que con el carro, y la velocidad en las ciudades ocurra lo mismo en los años que vienen.

No en vano este ejemplo, Jaime Lerner decía: el carro es como el cigarrillo del futuro, las personas quizás lo seguirán usando, pero la sociedad entera tendrá que asumir el costo público de su permanencia; es decir, los carros estarán ahí, pero la manera en que los usemos deberá cambiar.

Algunas ideas para convencernos de aprender a generar y recabar evidencia sobre los temas que nos gustan:

  • La evidencia científica, permite acercarnos a otras entidades, grupos sociales y personas, para compartir e influenciar ideas, generar alianzas y asumir ejercicios de co-responsabilidad sobre los problemas de las ciudades. Favorece el balance de poderes entre los participantes de una sociedad.
  • La evidencia convence al gobierno sobre cómo generar cambios en el entendimiento de la idea de una ciudad para todos. Alinea a los tomadores de decisiones en comprender de manera diferente la idea del desarrollo económico de una ciudad, e invita a asumir ideas sobre el bien común.
  • La evidencia promueve el cambio institucional a todo nivel, al demostrar nuevos beneficios económicos, al compartir casos y soluciones, al promover ciudades humanas.
  • Gobierno, institución, y sociedad, impulsan la generación de políticas públicas, basadas en información conclusiva: demostraciones y soluciones.
  • Con este giro en la manera en que se hacen políticas públicas, se enmarcan mejor los problemas, por consiguiente se resuelven mejor los problemas.
  • Se favorece el reconocimiento verdadero de problemas públicos, haciendo sólida la búsqueda de nuevas soluciones, construidas desde la co-responsabilidad, la interacción y la cooperación de todos los sectores de una sociedad.
  • Una sociedad convencida, no se somete a la voluntad política; por tanto elimina la idea de tener acuerdos voluntarios y temporales para la transformación de una ciudad.
  • Los cambios de paradigma no son reversibles cuando los gobiernos cambian de turno.

Así que, trabajemos por cambiar el paradigma, preparémonos para dar la batalla de las ideas, generemos evidencias, seamos diplomáticos y triunfemos en la noble tarea de hacer ciudades para todos, ciudades más humanas, y dejemos atrás la insoportable, prepotente y soberbia voluntad individual, para reinventar la voluntad política como la capacidad de reaccionar ante una tendencia, para favorecer el beneficio ulterior y colectivo.


Francisco es Psicólogo y cursó un MSc en Psicología Social y Cultural del London School of Economics and Political Science(LSE). Ha destacado en proyectos de trabajo con comunidades. Durante los últimos años su afinidad por temas de urbanismo, derecho de la ciudad, y caminabilidad lo llevaron a investiga la relación del espacio con la psicología. Francisco es co-fundador y Director de Proyectos de dérive LAB, en donde realiza consultoría e investigación para diversas entidades México y Colombia.